El Rey de los Toreros ideó las plazas de toros de monumentales y plasmó su sueño en Sevilla
Como os contábamos en la entrada anterior, el menor de los Gallo fue un visionario del toreo dentro y fuera del ruedo. Precursor de la tauromaquia actual, también impulsó la construcción de las plazas de toros monumentales que comenzaron a principios del siglo XX.
El escenario de la época era el de los primeros movimientos sociales y los derechos del pueblo, que comenzaba a tener voz. La evolución del toreo como espectáculo de masas lleva a pensar a Joselito en recintos con mayor aforo y entradas más económicas, de forma que se ampliaran las opciones de acudir a toda la población; además de espacios más cómodos y con instalaciones más modernas tanto para el manejo del ganado como para el público.
La construcción de la Monumental de Sevilla
En pleno apogeo de su carrera, Gallito cuenta con el apoyo de su amigo y empresario José Julio Lissen, quien se convierte en promotor de la construcción del sueño del de Gelves. En un descampado cerca de San Bernardo, en lo que entonces era la calle Monte Rey (hoy Eduardo Dato), y bajo las órdenes de los arquitectos José Espiau y Muñoz (referente de la época) y Francisco Urcola (El Chofre de San Sebastián, Monumental de Pamplona), comenzó la construcción de la Monumental de Sevilla en 1916.
Levantada en hormigón armado, la plaza tenía capacidad para más de 23.000 espectadores (casi el doble que la Real Maestranza) y contaba con vomitorios que permitían llenarla y desalojarla de forma fluida así como asientos amplios. La inauguraron el 6 de junio de 1918 el mismo Joselito, Curro Posada y Diego Mazquiarán ‘Fortuna’, con toros de Juan Contreras.
La guerra con los maestrantes
La historia de la Monumental sevillana fue polémica desde su planteamiento. La guerra entre quienes apoyaban a Joselito y su idea de hacer de Sevilla la capital mundial del toreo y los maestrantes y su influyente entorno (instituciones políticas y medios de comunicación), que defendían la exclusividad de la Maestranza, se mantuvo hasta el fin de los días de la plaza.
Durante el proceso de edificación se sometió a la plaza a pruebas de carga que retrasaron su conclusión debido al hundimiento de parte de la estructura. Estudios posteriores (libro «Plaza de toros Monumental de Sevilla. La dignidad de un proyecto”, de Fidel y Julio Carrasco y Andrés y Carmen del Castillo Rodríguez) han demostrado que no fueron pruebas regulares y se habla incluso de sabotaje.
Ya en funcionamiento, a la Maestranza no le quedó más remedio que rebajar el precio de sus entradas y las dos primeras temporadas se produjeron vetos de toreros entre una plaza y otra. Los dos grandes de la época eran uno de cada una, pues Juan Belmonte, el eterno rival de Joselito, se mantuvo fiel al coso del Arenal.
La tercera y última temporada, 1920, supuso la coexistencia de ambas, ya que fueron gestionadas por la misma empresa. Los festejos de la Feria de Abril se repartieron entre ambas y así José Gómez Ortega volvió a la Maestranza y Belmonte debutó en la Monumental.
La muerte de Joselito y el final de la Monumental
Gallito toreó por última vez en su plaza el 29 de abril de 1920, en un festejo a beneficio de la Cruz Roja. Poco más de dos semanas después perdería la vida en Talavera de la Reina. La Monumental abrió por última vez en la Feria de San Miguel de ese mismo año. Tras su muerte volvieron a plantearse los supuestos problemas de seguridad y además el empresario Lissen se vio mermado económicamente por la I Guerra Mundial. El Gobierno Civil la clausuró en 1921 y fue derribada en 1930.
A día de hoy, en la confluencia de Eduardo Dato y la calle Diego Angulo Íñiguez, queda tan sólo un trozo de fachada de la Monumental, con una puerta de acceso cegada y un recuerdo en forma de baldosas.
¡Feliz semana, taurinos!
Miren Iruña