Es indudable que, durante el pasado verano, Enrique Ponce se ha hecho el amo
Gustos al margen, y detractores que los hay, es indiscutible que en la fiesta actual, la tauromaquia moderna que se presencia en el siglo XXI, el torero de Chiva va por delante de los demás.
Las figuras, todas, torean las mismas ganaderías, esas cuya crianza tiene como objetivo el que los toros permitan lucirse a los toreros, expresarse más con la estética que con la épica que cimentó la fiesta en otras épocas. De ese modo, compiten básicamente las figuras. Pues en ese circuito, incuestionable, Ponce es el amo.
Pero siendo así, que lo es, en el agosto pasado es que se ha salido del todo, se han desbordado sus triunfos alcanzando cotas de primerísima división.
Veamos: Corrida Picassiana con indulto incluido al toro de Juan Pedro Domecq, de inmediato otro indulto en Ciudad Real; pasó por Bilbao saliendo en hombros, cuatro orejas en Almería, triunfo claro en el mano a mano con Curro Díaz en Linares.
Podíamos seguir pero no hace falta, los hechos y los números son esos. Pero quizá haga falta recordar su salida en hombros de la plaza de Las Ventas en San Isidro o el triunfo con los toros de Adolfo Martín en Teruel en el homenaje a Víctor Barrio.
2017 se convierte, seguramente, en su mejor año, tras los veintisiete anteriores, ya pasados con nota, en los primeros puestos del escalafón. Un torero que basa sus éxitos en la constancia, en sobar al toro hasta conseguir que se haga ‘amigo del todo’. Se podrá censurar que torea toros blandos con infinita regularidad, pero siendo así, y comparado con quienes alternan con él, en sus manos tiene mejores herramientas y pinceles que sus compañeros.
Tenemos Enrique Ponce para otros veinte años más. Por él no va a quedar.
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Próximo compromiso el 11 de octubre en Zaragoza.