La horizontal del animal contrasta con la verticalidad del ser humano que para matar adopta una posición religiosa, la cruz. La técnica estudiada para realizar la suerte es compendio de sapiencia adquirida racional y empíricamente. Tres maneras de matar han permanecido: Matar recibiendo, recibiendo al toro tal y como lo hacia Pedro Romero, matar a Volapié o con los pies en el aire como el diestro Joaquín Rodríguez Costillares o matar a un tiempo como Francisco Arjona Cúchares, que procuraba encontrar la muerte del animal en un punto medio imaginario de la batalla. Al resto de maneras, matar aguantando, matar arrancando o matar al cuarteo se les trata como derivados de alguna de las tres citadas. Aún así este compendio de sabiduría está profundamente ligado a la naturaleza animal del ser humano y no todas las veces se siguen las leyes aprehendidas. Que no han llegado cornadas por olvidar en el fragor de la guerra la sana teoría.

El Espacio donde todo ocurre hace que nos confesemos, que nos recojamos, que vivamos y que sintamos la vida de una manera más íntima y real. Por ser un Espacio en transición entre lo estático y lo dinámico. Porque la quietud del momento es tan efímera como la vida y da paso al movimiento que concluye en un encuentro violento, solemne y a muerte. A diferencia de la arquitectura, escultura y pintura, el toreo y en concreto la suerte de matar, combina el movimiento con la quietud de manera real y no fingida.

Matar o morir. El tiempo ante un vacío cuyas puertas las presiden dos pitones. Así ha de ser.