El tercio de banderillas es una genial invención de los padres de la tauromaquia y sirve para recuperar la embestida del toro tras la pelea en el caballo
Tras el tercio de varas, llega una suerte airosa, ágil, plena de gracia, destreza y que, bien realizada, resulta muy espectacular; el tercio de banderillas. El toro tiende a aplomarse después de la larga y dura pelea con los picadores y, puesto que su casta le hace reaccionar al castigo con fiereza, surgió la idea de clavarle banderillas con las que el instinto le hiciera acudir de nuevo a los cites.
Las banderillas, también llamadas palos, son varas de madera adornadas habitualmente con flecos de papel de colores con un pequeño arpón en la punta. Éste está articulado para que las banderillas cuelguen una vez clavadas y así evitar accidentes con ellas durante la faena. Se utilizan de dos en dos, por pares.
Es una parte muy rica en movimientos. Si cuando el torero inicia su carrera se ha arrancado el toro, se dice que son «de poder a poder»; si el toro está pegado a la barrera y el torero también y tiene que iniciar la carrera por fuera, se dice que es un par «al sesgo». Según la forma en que se ponen reciben diversos nombres: «al cuarteo», «al cambio», «al quiebro de frente»…
Como en todas las suertes, existe un orden de colocación: el matador a quien corresponde el toro se sitúa junto al burladero, si bien es cierto que puede hacerse cargo de la lidia del toro y colocárselo a sus banderilleros o, si lo desea, banderillearlo él mismo. El lidiador es el encargado de mover al toro y dejarlo colocado en el tercio para que sus compañeros realicen la suerte. Los banderilleros que entran en suerte se sitúan en los medios (el primero de ellos colocará dos pares, primero y tercero, y el otro el segundo).
¡Feliz semana, taurinos!