Written by 08:00 Opinión Toros

El arte como expresión

Cada día aumenta el número de personas que disfrutan y se emocionan durante una corrida de toros.

Estoy seguro de que alguna vez, como el resto de los mortales, has sentido la sensación de estar a gusto en un determinado lugar. Esa emoción inefable que atraviesa tu cuerpo desde tu estómago hacia la cara y que acaba reflejándose con una sonrisa. Un sentimiento que te gustaría repetir una y otra vez con el que se te ponen los pelos de punta y mejor aun disfrutando de el arte como expresión. El gol que da la victoria a tu equipo en el último suspiro del partido, la intriga inquietante de la página 322 de tu libro favorito o contemplar la inmensidad del mar desde aquel memorable lugar. En todas estas acciones existe algo en común, y eso es el gozo. El sano placer de quien realiza la actividad.

Arte taurino

Arte taurino – anónimo

Me gustaría contarte algo personal. Hace ya unos cuantos años, creo que apenas había cumplido los seis, caminaba en pleno mes de febrero por la calle Alcalá de Madrid de la mano de mi abuelo cuando pasamos por La Plaza de Toros de Las Ventas. Por aquel entonces, yo pensaba que era el circo mundial, porque todos los años en la época de Navidad el coso se convertía en escenario de trapecistas, leones y elefantes.  Era una tarde nublada, creo que incluso cayeron unas gotas, pero no hacía frío. Todavía hoy puedo recordar el olor a tierra mojada que desprendía el suelo. Entonces, mi abuelo me dijo algo así como: -Por esta puerta salen los grandes toreros y los más valientes, señalando la Puerta Grande. Ese mismo día al llegar a casa lo tenía claro, quería ser torero.

Parece que a mi abuelo no le pareció mal la idea, y al poco tiempo, me cosió un palo a una vieja toalla para que pudiera usarlo de muleta. Así me pasaba los veranos jugando a los toros en una pequeña casita en el campo que tenía mi familia cerca de Guadalajara. Mi padre, compró un caballo y como conocía a gente de los ayuntamientos de los pueblos de alrededor,  me animó a ir con él a hacer el despeje de las corridas de toros durante los meses de verano. Me explicaron que esta función era la de Alguacilillo, un hombre que hacía el paseíllo a caballo con los toreros y, entre otras cosas, se encargaba de dar las orejas al matador en caso de triunfo.

Plaza de Toros de Las Ventas in Madrid

Corría el año 2007, era el momento de hacer el despeje en la plaza de toros de Sacedón, un pueblo de Guadalajara. Se trataba de las fiestas en honor a la Santa Cara de Dios y había que dar la talla. Esa tarde toreaba el maestro Ortega Cano, alguien quien, según mi abuelo, había marcado una época en el mundo de los toros. Recuerdo que no cabía un solo alfiler, era una tarde calurosa de agosto, perfecta para una tarde de toros. Sonaron los timbales y aún había gente entrando por los vomitorios de la plaza.

Dos horas antes de la corrida, pude entrar al hostal Mariblanca, un pequeño edificio a apenas 40 metros de la plaza de toros donde se encontraban los toreros que después se jugarían la vida en el ruedo. Entonces, pude contemplar una escena un tanto curiosa. Un señor estaba ayudando a ponerse el traje de torear al que, más tarde descubrí, era Manuel Díaz ‘EL Cordobés’. – ¿Te gustan los toros, campeón? Dijo el hombre que ayudaba al diestro a ponerse la chaquetilla. – Sí, yo soy el del caballo, contesté. –¡Hoy vas a ver arte, niño! Gritó otro hombre que vigilaba desde la puerta de la habitación del hostal.

Era la primera vez que me ponía tan nervioso, nunca antes había hecho el paseíllo con tanta gente en los tendidos, en cuanto bajé del caballo las pulsaciones poco a poco fueron volviendo a la normalidad. No recuerdo muy bien el transcurso de la tarde, imagino que iría con normalidad hasta que salió el quinto de la tarde, un toro de unos 500 kg, color castaño, con una bonita mancha negra en el ojo izquierdo. El Cordobés lo recibió de rodillas y se gustó con el capote. Nada más rematar con una suave media verónica se acercó a la banda de música y levantó la cabeza en señal de que tocaran un pasodoble. Se lanzaba a poner banderillas. Luego se acercó a las tablas, se enjuagó la boca con agua y cogió la muleta. Se fue a los centros del ruedo y empezó su faena de rodillas con pases por la espalda. Cada muletazo que pegaba eran 3.200 gritos de olés que se debieron escuchar hasta en la carretera. Esa tarde pudimos disfrutar de un amplio abanico de pases toreros: ayudados por alto, trincherazos, naturales, derechazos…

Torero a caballo

Torero a caballo – Anónimo

En mi instinto de niño pequeño no sabía lo que suponía el triunfo de un torero en una plaza de toros, sin embargo, quería que el presidente de la corrida le diera las dos orejas para poder salir a entregárselas y abrazarle. Cuando se acercó a por la espada, la gente empezó a pitar, pasaban las 20:30 cuando el presidente sacaba un pañuelo naranja. El toro de la mancha en el ojo izquierdo acababa de ser indultado.

A partir de ese día empecé a interesarme en el mundo de los toros y he intentado buscar explicación a ese sentimiento. Ese sentimiento que hace que se te salten las lágrimas cuando tu equipo mete gol en el último minuto de partido, cuando tu bello se eriza mientras miras la inmensidad del mar, o cuando ves el trote del toro hacia la muleta alrededor del torero al compás de un pasodoble.

La RAE dice que el arte es una manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros. ¿Acaso hay algo más real que jugarse la propia vida?

Que tengáis buen día Taurinos!

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Etiquetas: , , , , , , , , Last modified: 7 octubre, 2021
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