La vida cotidiana de la Fiesta Brava no navega por aguas tranquilas, muy al contrario, lo hace por aguas más bravas que las deseadas.
Desgraciadamente, quienes tienen la obligación de enderezar el barco y hacer que navegue por esas aguas más tranquilas, miran para otro lado de forma persistente, lo que permite que el barco se tambalee y tenga riesgo cierto de hundirse.
Las plazas son el mejor termómetro que mide el interés de públicos y aficionados por nuestra querida Fiesta. Y viéndolas con detenimiento nos encontramos con que para llenarlas hace falta la presencia de J.T. en el abono o, por el contrario, el cemento vacío es enorme, excesivo… preocupante.
Si no se acude a ellas de forma mayoritaria, habrán de buscarse las causas e intentar paliarlas. Y esa tarea no ha de hacerla el propio aficionado, no deberá hacerla la prensa, aunque ésta si ha de denunciar claramente y es ahí donde hay que alejarse de triunfalismos que finalmente no lleva a parte alguna.
Ignorar que el ganado que se lidia en la actualidad, generalmente, no cumple con aquellos requisitos que hicieron de la Fiesta de los Toros una fiesta apasionante que arrastraba a los públicos hacia las plazas, no nos va a beneficiar precisamente. Claudicar ante la falta de la lidia completa, aquella que nos mostraba la bravura en el tercio de varas y dejar que todo se reduzca a las faenas de muleta, es uno de los motivos que han reducido el interés real por una fiesta amputada.
Dejar que solo surja la belleza estética, por muy bella que sea, ante toros bobos o moribundos, completando así el mapa de la falta de emoción, ha dejado al toro, que no muestra su poder en el caballo, y que acude a la muleta solamente para ser un mero colaborador, en una limitación que empieza a ser insostenible.
Por estas, y otras muchas cosas más, quienes tienen la responsabilidad de mantener íntegro el espectáculo, han de ponerse las pilas para sacarla del desinterés que hoy produce entre los públicos. Si algo llevaba a las gentes a las plazas era la emoción, y esa, perdónenme, la pone el toro y no la banda de música venga a tocar pasodobles.
Soluciones hay, pero hay que ponerse a ello ya.
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